Luis María Lettieri
Nacido en 1956, en el conurbano de Buenos Aires, hijo de un profesor de filosofía y de una directora de escuela, crecí entre libros en griego y en francés, y los infaltables cuentos nocturnos de mi padre. Nos acomodábamos en su enorme cama y ahí escuchábamos absortos versos de La Ilíada, La Odisea, alternados con pasajes del Antiguo Testamento, o Conan Doyle. Ahí nació mi amor por las letras, la poesía, los cuentos. La novela llegaría tiempo después, en los días de la adolescencia.
Ya a los 6 años, mis maestras me alentaban a leer frente a todo el colegio formado, mis sencillos escritos que tanto me avergonzaban.
En la secundaria conocí a los grandes, a los clásicos, y supe que había nacido para la literatura.
Cursé estudios de filosofía y letras, dejándolos inconclusos, por la muerte de mi padre y la necesidad de salir a trabajar.
Participé en concursos de poesía y cuentos, viendo premiados mis trabajos, pero nunca puse empeño en editar, y nunca lo hice.
Me siento muy influenciado por Borges, Sábato, Mujica Láinez y Cortázar, a quienes conocí personalmente, y por otros, que ya sea por distancias o falta de contemporaneidad, no traté sino por sus escritos.
Ya en tiempos de redes sociales, encontré sitios donde compartir mis escritos, y en eso ocupo mis días.
El gato de Borges
cuando Borges murió
su gato blanco se metió al espejo
para que nadie lo viera,
acostumbrado como estaba
a la penumbra y a la ceguera
él sabía de memoria
poemas nunca escritos,
recitados en la media luz
de la calle Maipú
en la trémula voz de un ciego
que escucha llover y dice
la lluvia es algo
que sucede en el pasado
también le había escuchado decir
estoy solo,
y no hay nadie en el espejo
y desvaríos febriles
Adrogué, los tigres del embarrado Palermo,
deletrar la palabra elefante, olifant
como si fuera una prodigio fruto
de las mil y una noches,
un orillero bajo un farol
iluminando una casa rosada.
se quedó dormido
del otro lado de la luna enceguecida
del cristal y del azogue
quizás soñó con una carga del Coronel Suárez,
o dos hermanos porfiando
el amor de una mujer muerta,
tal vez fue en su laberíntico mirar
que nació el jardín de los senderos
que se bifurcan
había sido Beppo,
el gato de Lord Byron
y de Borges por igual,
el pequeño tigre del oriente
quien lamiera las arrugadas letras
de Cervantes, o Stevenson,
en los altos anaqueles
sumidos en el polvo y la dormidera
algunos lo han visto en Ginebra
dormir junto a la piedra tallada
en antigua lengua británica
bajo el mismo cielo
y la misma luna
Borges y Beppo, unidos
por un eterno lazo de silencio
se duerme el gato de Borges
y oye desde la helvecia
una voz débil que le recita
» …No son más silenciosos los espejos
ni más furtiva el alba aventurera;
eres, bajo la luna, esa pantera
que nos es dado divisar de lejos…
y espera esa mano anciana que mese
su pelo y lo ensortije
sabiendo que suma un imposible
y que nunca volverá.