Quique Roca Álvarez

Mi dulce y adorada Viviana:

Hace días, entre risas juveniles, y con una mirada llena de picardía me preguntabas como era mi amor hacia ti.

Supongo que esta relación entre un maduro alquimista como yo y una linda y joven maga, como es tu caso, puede hacerte pensar que existe una dificultad casi infranqueable para explicarlo de forma coherente.

Sin embargo, hoy, fuera del embrujo de tus brazos que me anula el entendimiento, intentaré, dentro de las limitaciones que las palabras tienen, darte cumplida explicación de mis sentimientos.

Mi amor por ti es a veces paternal: Te siento tan frágil en tu inexperiencia, tan joven, tan idealista, tan llena de ilusiones y de futuro que mi alma se llena de ternura y solo soy capaz de darte mimos, consentirte travesuras y sumarme a tus ensoñaciones, a tus risas, a tus juegos, gozando con tu brío recién estrenado, tu empuje y la primavera que llevas impresa en el rostro.

Mi amor por ti es a veces tremendamente pasional: Tu cuerpo juvenil desata en mi sensaciones que no se pueden explicar con palabras: El rojo incandescente de tus labios, esas caderas que producen torbellinos con su movimiento, esos pechos donde se calma cualquier angustia, esos ojos mezcla de caramelo y verde esmeralda que brillan incluso en la oscuridad, todo me transporta a un mundo donde el deseo se apodera de mi mente y de todo mi ser y solo puedo abrazarme y abandonarme en tu cuerpo con la esperanza de quedarme allí fundido para siempre.

Mi amor por ti, dulce criatura, es, a veces, casi infantil. Ya ves que aparente incongruencia decir esto con mi edad, pero al reposar mi cabeza en tus senos y sentir la dulce caricia de tus manos retorno a mi niñez y siento el deseo de inventarte como la madre que ya no tengo y abandonarme a tus cuidados dejando pasar el tiempo sin prisas sumergido en una nube de algodón que solo tu delicadeza es capaz de fabricar.

Mi amor por ti, deliciosa ninfa, es a veces el del amigo que apoya tus esfuerzos, otras el del maestro que estimula tu saber, el del médico que cuida tus heridas, el del músico que canta tu belleza, el del poeta que describe tus maravillas o incluso el del celoso que siente miedo de que alguien pueda romper la dicha que tu compañía me produce.

Y es que, el amor que por ti siento, criatura divina, es muy parecido a la luz del día que se muestra blanca y brillante pero que al pasar por el tamiz del agua revela su verdadera composición llena de diferentes colores y matices.

Así, mi amor por ti amada Viviana, una suma de afectos, sensaciones y sentimientos que cambian según la situación, según el entorno, según las necesidades, pero al igual que la luz, ese amor es hermoso, no tiene dudas, no tiene edad, lo llena todo y además vivirá por toda la eternidad.

Tuyo por siempre.

Merlín.