Les voy a contar un cuento, un cuento donde está mezclado la realidad y el ensueño. Hace un tiempo encontré por causalidad a una poetisa que me pareció lejana pero al mismo tiempo fascinante. Su nombre es Felisa Rodríguez. Me pareció lejana porque nació en un pueblo de la provincia leonesa, el 30 de Abril de 1912. Tuve la sensación en ese momento de estar frente alguien que tuvo mucho que ver con las letras. Fue así, esa primera impresión no me falló.
Hasta aquí todo parece normal e incluso real, y la verdad es que lo era y lo continúa siendo. La parte de ensueño comienza hablando y ubicando a esta estupenda poetisa y mujer en su pueblo natal, Noceda del Bierzo. Caminando por su interior se respira un aroma de tiempo pasado, que hace posible que ensueños y realidad caminen de la mano. Eres testigo al caminar, de los gigantescos castaños, y su serranía admirable, que sin darse cuenta te hace sentir libre. No puede caer en el olvido, el fantástico trato que se recibe en Las Fontaninas, lugar ejemplar, donde se puede disfrutar de una buena comida, desayuno y como no, de una estancia inolvidable.
Hace poco lo visité y quedé maravillada de sus confortables calles y sobre todo de su armonía y su belleza. Sus gentes generosas desde principio a fin me brindaron la posibilidad de ver esa cara escondida de un pueblo que pocos conocen pero que sin duda se pierden mucho.
Les invito a todos a dar un estupendo paseo por Noceda del Bierzo y a sumergirse en la fantástica poesía de Felisa Rodríguez, que contribuyó con su talento y su sensibilidad a dar un carácter distinto en el mundo de las letras.
La poetisa murió en su pueblo natal el 7 de Septiembre de 1998. Profesora de EGB, colabora en radio y varias revistas y periódicos. Pertenece a la Sociedad de Autores Españoles, es título Académico del Centro «O Jornal de Felgueiras» (Portugal), entre otros.
Muy unida a su hermana Flora, a las cuales las llamaban «las Matildes» en su pueblo, en referencia a su madre que se llamaba Matilde.
Desde Un Café con Literatos expresar nuestro más profundo agradecimiento a los habitantes de Noceda del Bierzo por su hospitalidad y al Señor Alcalde Don Emilio Arias Barredo por concedernos una entrevista tan gratificante.
Las Matildes
Yo sé mucho del vacío
Felisa Rodríguez
Llegué a la cota más alta
en la montaña del tiempo,
picachos en ansia inquietante
cordillera engarza el viento.
Al iniciar la escalada
fragancia tomillo y rosas,
alondras batiendo alas
por distancias luminosas.
Ternuras de blandas nanas
goteando risa y miel.
horáculo lee el destino
sólo triunfos y placer.
El reloj no se detiene
y pasado el mediodía,
se agrandan por todo el valle
las sombras que antes no había.
Los guijarros del camino
empiezan a lastimar,
los pies del buen peregrino
que la cumbre ha de alcanzar.
Atrás se fueron quedando
juventud, gracia y belleza
y más se enluta el vacío
con cada obligada ausencia.
Todos lo que me alegraban
con dulce amor renovado,
fueron a su ``paraíso``
del que nadie ha regresado.
Con la luz de nardos y alondras
alumbro mi labradío,
desterrando oscuras sombras
de mi corazón vacío.
Poesía de su libro «Mi corazón de campana»
Indeleble pesadilla de la Guerra Civil Española
Felisa Rodríguez
Aún después de tantos años
en la memoria se aviva,
la locura y destrucción
de una ``guerra`` fraticida.
En la guerra no hay color
se pierde la identidad,
muestra engañosa virtud
quien usa más crueldad.
Tres años fiera tragedia
que unos y otros padecieron,
sin saber unos ni otros
qué delito cometieron.
Fue cuchillo de dolor
grito alevoso de ``guerra``,
enlodando el esplendor
con que Dios ungió la tierra.
Los pulsos se detenían
y ausentaban las miradas,
rosas que palidecían
viendo alzarse las espadas.
Rabiosa jauría acechaba
a los fragantes jazmines,
hedor a pólvora y muerte
envenenó los confines.
Sólo falsía y traición
condenaba al inocente,
y roja manaba el agua
por la herida de la fuente.
A cuevas y madrigueras
``huidos`` van con terror,
arrastrando gran miseria
sin fuego, sin pan, sin amor.
Toda luz intelectual
quiso apagar la barbarie,
con las doctas ``calaveras``
pavimentando la calle.
Así tortura y aprobio
era el código de guerra,
que usaba el hombre, más lobo
que el que habitaba en la sierra.
Yo ví el trágico final
de los feroces tiranos,
sintiendo sangre caliente
humedecerles las manos.
Se cumplía el sabio refrán
que nos legó la experiencia,
``quien se dedica hacer mal
el mal tiene como herencia``.
Desde almena de mi fe
les pido amigos y a extraños,
fabriquen mundos sin guerras
donde todos sean hermanos.
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